miércoles, 17 de octubre de 2012

13 Crepúsculo


13

Las sombras me van rodeando, la noche no tarda en llegar, mientras espero bebiendo lentamente otro trago amargo de mi vida, acompañado de mi amiga, la de siempre, soledad.

La botella del licor de la vida se va acabando, según se acaba este día, como el de ayer, o el anterior, los días nacen y mueren, los sueños vienen y van, algunos se cristalizan, otros como la brisa se disuelven al pasar y sin dejar una huella, así como llegan se van.

Según se acaba éste día, tan particular, van acabando mis ansias, mayor es mi soledad, mayor mi desesperanza, hasta ayer sembraba sueños pensando en cosechas gratas, sembré cantando en verano, en otoño y en primavera, sembré semillas de hogar de amores y poesías, sembré sonrisas al viento y sembré mucha esperanza, las regué con mucho amor protegiendo además mi huerto, mas la fe con que regaba de a poco se fue acabando, el sembrar se hizo rutina y la cosecha no llega, sembré toda una vida entera y siguen mis manos vacías.

Hoy ya no siembro nada pues me ha ganado el hastío, la fe con que yo sembraba se fue muriendo poco a poco, el camino hacia mi puerta lo va ocultando el destino, mi ser se está marchitando como las rosas de ayer, sigo sentado bajo el alero mirando hacia no sé dónde y las sombras que llegaban se instalaron en mi alma.

Tras la esperanza, la fe también se hizo distancia y ya no tengo un motivo para seguir con mi vida, quizás no tenga el valor para quitarla de un tirón, mas he de dejarme ir, bebiéndome mis angustias y cuando no haya mas lágrimas para llorar mis miserias, tal vez mi vida se acabe como se acaba la tarde.

Una vez tuve las fuerzas para creer en la vida, cuando estuviste a mi lado luché por aquella estrella, mas sin siquiera avisarme me abandonaste a mi suerte, entregándote a la muerte cuando aún no era hora, traté de seguir sembrando mas las fuerzas se me fueron, la noche que se hizo carne entre el amor y el dolor, me fue enfriando los huesos, me fue secando la piel.

La congoja que se anidó en mi pecho una mañana, se ha quedado a vivir para siempre dentro mío, alguna tarde que otra me detengo a mirar mi huerto, algunos rastros de siembra me sonríen desde el recuerdo, son como chispas de vida que van quedando escondidas, tan fugaces y distantes como una estrella errante.

                                                                                                                               De Julio Madriaga

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