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Las sombras
me van rodeando, la noche no tarda en llegar, mientras espero bebiendo
lentamente otro trago amargo de mi vida, acompañado de mi amiga, la de siempre,
soledad.
La botella del licor de la vida se va
acabando, según se acaba este día, como el de ayer, o el anterior, los días
nacen y mueren, los sueños vienen y van, algunos se cristalizan, otros como la
brisa se disuelven al pasar y sin dejar una huella, así como llegan se van.
Según se acaba éste día, tan
particular, van acabando mis ansias, mayor es mi soledad, mayor mi
desesperanza, hasta ayer sembraba sueños pensando en cosechas gratas, sembré
cantando en verano, en otoño y en primavera, sembré semillas de hogar de amores
y poesías, sembré sonrisas al viento y sembré mucha esperanza, las regué con
mucho amor protegiendo además mi huerto, mas la fe con que regaba de a poco se
fue acabando, el sembrar se hizo rutina y la cosecha no llega, sembré toda una
vida entera y siguen mis manos vacías.
Hoy ya no siembro nada pues me ha
ganado el hastío, la fe con que yo sembraba se fue muriendo poco a poco, el
camino hacia mi puerta lo va ocultando el destino, mi ser se está marchitando
como las rosas de ayer, sigo sentado bajo el alero mirando hacia no sé dónde y
las sombras que llegaban se instalaron en mi alma.
Tras la esperanza, la fe también se
hizo distancia y ya no tengo un motivo para seguir con mi vida, quizás no tenga
el valor para quitarla de un tirón, mas he de dejarme ir, bebiéndome mis
angustias y cuando no haya mas lágrimas para llorar mis miserias, tal vez mi
vida se acabe como se acaba la tarde.
Una vez tuve las fuerzas para creer
en la vida, cuando estuviste a mi lado luché por aquella estrella, mas sin
siquiera avisarme me abandonaste a mi suerte, entregándote a la muerte cuando aún
no era hora, traté de seguir sembrando mas las fuerzas se me fueron, la noche
que se hizo carne entre el amor y el dolor, me fue enfriando los huesos, me fue
secando la piel.
La congoja que se anidó en mi pecho
una mañana, se ha quedado a vivir para siempre dentro mío, alguna tarde que
otra me detengo a mirar mi huerto, algunos rastros de siembra me sonríen desde
el recuerdo, son como chispas de vida que van quedando escondidas, tan fugaces
y distantes como una estrella errante.
De Julio Madriaga
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